Modelos de relación entre ciencia y religión (III)
Por Segio García-Margariño (*)
La encrucijada en la que se encuentra el mundo, asediado por retos estratégicos de grandísima
envergadura y de intentos fallidos por abordarlos, probablemente requiera la movilización de
todos los recursos que la humanidad históricamente ha tenido a su disposición. La ciencia y la
religión, como sistemas de generadores de conocimiento y práctica (en primer caso sobre la
realidad física y social y, en el segundo, sobre una realidad espiritual con implicaciones para la
vida individual y colectiva), parecen dos de los más relevantes. Como últimamente parece
haber habido un conflicto entre dichos sistemas, puede ser útil efectuar una reflexión acerca
del tipo de diálogo que se podría establecer.
La relación entre la ciencia y la religión es compleja. En las épocas históricas donde han ido de
la mano, la sociedad ha progresado tanto material y culturalmente como ética y moralmente.
El caso prototípico probablemente sea el de la civilización islámica que, al mismo tiempo,
combinaba un sentido de trascendencia y orden fuerte, con un amor por el conocimiento y la
ciencia admirable. Su traducción de los textos clásicos griegos que no se habían estudiado en
Europa hasta el Renacimiento, y que contribuyeron de hecho al mismo, dan buena cuenta de
este hecho.
Por el contrario, cuando la religión avanza sin aprecio por la ciencia, emerge la superstición y el
fanatismo; y cuando la ciencia desprecia a la religión y la posibilidad de que exista una realidad
metafísica, suele degenerar en materialismo y otras suertes de dogmatismos más sofisticados.
Encontrar un modelo para informar una posible relación entre la ciencia y la religión, no
obstante, requiere algo de imaginación. Un tipo de relación que no favorece el diálogo es la
negación mutua: religión o ciencia. Un segundo tipo menos agresivo pero que tampoco
favorece el diálogo es considerar a uno como subsistema del otro. Este tipo de relación tiene
dos modalidades: considerar a la ciencia como un subsistema de la religión o a la religión como
subsistema de la ciencia. Algunos grupos fundamentalistas aceptarían la primera modalidad
bajo la premisa de que la ciencia es útil pero la religión, el texto sagrado, ya decía lo que la
ciencia con el tiempo averigua. Del mismo modo, algunas nociones antropológicas
posmodernas, que platean que la religión es válida para sociedades precientíficas y que las
perspectivas religiones explican con mitos lo que la ciencia todavía no ha logrado explicar, son
ejemplos de la segunda modalidad.
Un tercer tipo de relación se concibe en términos de esferas excluyentes. Permite la
coexistencia pero no favorece el diálogo. La ciencia, bajo esta premisa, se ocuparía de lo
objetivo, de la realidad física, de la realidad social; y la religión de lo subjetivo, de lo moral o de
lo espiritual (que podría considerarse objetivo o no). Aquí la ciencia y la religión mantendrían la
armonía siempre y cuando no interfirieran bajo ningún concepto en la esfera de jurisdicción de
la otra.
Un último modelo más complejo, que me parece apropiado para abordar problemas
complejos, holísticos, sistémicos, interconectados como los que enfrenta la sociedad
contemporánea (cambio climático, inversión de la pirámide poblacional, agotamiento del
modelo de desarrollo, crisis energética, desafío de la robotización, desigualdades y
conflictos…), es el que proponer a la ciencia y a la religión como esferas de conocimiento
diferenciadas que se solapan en lo social. La ciencia se encargaría del mundo físico, psicológico
y social. La religión abordaría la realidad espiritual y sus implicaciones para la vida individual y
colectiva, a través del estudio de sus textos y de la reflexión colectiva de la comunidad de
práctica que se organiza a la luz del texto, y que intenta traducirlo a la realidad a través de un
proceso de estudio, reflexión y acción.
El ámbito de la organización de sistemas de políticos, económicos y sociales sería el área de
solapamiento principal, puesto que los principios espirituales que plantea la religión (tales
como la interconexión, la paz, la armonía o la unicidad subyacente a la humanidad y a la
creación) tienen implicaciones profundas para las políticas públicas, las instituciones y las
pautas sociales que se establecen. Sobre todo, cuando se prescriben modelos de acción, la
cuestión de los principios y los supuestos precientíficos, tan vinculados con las ideologías, se
vuelven fundamentales, tal como Habermas o Aristóteles contemplan al referirse al tipo de
conocimiento práctico conocido como phronesis.
A fin de propiciar un diálogo acerca de los principios orientadores de la sociedad y una
reflexión rigurosa sobre las experiencias prácticas en esta esfera social, parece esencial
encontrar un modelo de relación viable para lograr la complementariedad y armonía entre la
ciencia y la religión.
(*) Sergio es Doctor en Sociología y profesor de la Universidad Pública de Navarra)
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