Pobreza energética y medidas ambientales

 

En los últimos días se está hablando de varias medidas ambientales que están implantándose o está llegando el plazo dado para su puesta en práctica. Pensando sobre ellas, me he llevado a preguntar cómo puede afectar de manera diferenciada a las personas de menos recursos e incidir en la pobreza energética.

De alguna manera, del mismo modo que en las últimas décadas del siglo pasado se desarrolló el concepto de justicia ambiental para describir los efectos diferenciados que los problemas ambientales tenían sobre determinados colectivos, quizá algunas de las prácticas -seguro que todas motivadas por razones técnicas- puedan constituir ejemplo de lo que podríamos denominar justicia energética.

Poco a poco, los edificios que tenían caldera central comunitaria han tenido que ir sustituyéndola por calderas centrales con contador individual. Esta es una medida que no obliga a calentar todos los pisos de la misma manera y, seguramente, traerá consigo un ahorro energético y una menor emisión de dióxido de carbono. Una vez dicho esto, no puedo evitar preguntarme cómo puede influir esta medida en ciertas rentas. Para empezar, la comunidad ha tenido que hacer una inversión para cambiar el tipo de caldera, poner contadores y seguro que alguna adaptación en la instalación.


Pero, más allá de esa posible inversión inicial, no es este el mayor de los problemas que se me ocurren. Yo vivo en un edificio de poco más de diez años que posee ese sistema de calefacción. Es un piso bien aislado y, aún así, la diferencia de consumo entre la orientación sur y la orientación norte es tremenda. En los meses más fríos puede llegar a ser de una relación 1 a 3. Los bloques donde se está cambiando el sistema de calefacción son edificios más antiguos y, seguramente, con una aislamiento menor; sobre todo las viviendas que albergan a inquilinos con menos recursos económicos y no han podido hacer reformas. 

¿Cómo puede afectar el cambio a la factura de calefacción? En algunos casos el consumo será menor pero en otros, motivado por la orientación, por ejemplo, podría dispararse el gasto e incidir en la pobreza energética de algunos hogares donde se dejaría de encender la calefacción por no poder asumir el gasto No sé si alguien se ha preguntado cómo puede afectar a las rentas más bajas.


También me viene a la cabeza qué va a ocurrir con los alquileres. En mi ciudad, Pamplona, con un invierno largo, muchos de los alquileres incluyen en el precio los gastos de comunidad y, por tanto, la calefacción. ¿Cómo se va a ver afectado el alquiler? ¿Se bajará el precio debido a la bajada en la cuota de comunidad o se  mantendrá el precio del alquiler y, además, ahora el inquilino se hará cargo del gasto en calefacción? Vendría a sumarse a los incrementos que está sufriendo de manera continua el gasto en vivienda.


Otra medida que se ve en el horizonte es la creación de zonas de bajas emisiones en las ciudades mediante la limitación de los vehículos que pueden entrar en dichas zonas, usando el criterio de la calificación energética del coche. Los coches con menos emisiones corresponden a coches más nuevos y caros. ¿Puede tener la medida el efecto de crear zonas que sólo van a ser accesibles a determinadas economías? ¿Puede conducir la medida a favorecer el tráfico y aparcamiento de una élite a las zonas centrales de las ciudades? Esto podría sumarse al hecho de que en algunas ciudades los coches eléctricos no pagan por estacionar en zonas reguladas.

No quiero ser tajante, pero no puedo evitar cierta sospecha detrás de medidas técnicas e inevitables. Sin duda, las medidas que  reduzcan el consumo y la contaminación son imprescindibles pero, como sociedad, no podemos dejar de preguntarnos a quién afectan de manera especial y cómo proteger a los colectivos en una situación más precaria. No son buenos momentos para ir más allá del individuo y pensar de manera común.

Por Javier Martínez Baigorri

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