A vueltas con la utopía

 Por Javier Martínez Baigorri


Recientemente he recibido el calificativo de utópico. Este calificativo estaba en los comentarios de un periódico -alguien habrá que piense que los comentarios a las noticias han hecho mucho por la libertad de expresión en este país- en una entrevista que me han realizado como cabeza de lista al Parlamento de Navarra por Un Mundo más Justo (el nombre no engaña, es una declaración de intenciones). Alguno quizá esté pensando que me estaban echando un piropo, como una persona que me dijo "todavía quedan románticos", pero no, en este caso el utópico venía acompañado de la idea de que esto iba a aumentar la deuda pública -por lo tanto quiere decir irrealizable e inútil, además de un gasto absurdo- y seguido de un deseo de que dé clases a menas para que no violen a jovénes españolas. Este último comentario lo decía todo y no me ha quitado ni un minuto de sueño, pero sí que me ha hecho pensar sobre la palabra utopía. Qué pena que se vea rebajada a algo inútil y sospechoso.

El gran pensador de la utopía y la esperanza, el filósofo alemán Ernst Bloch, habla sobre varias maneras de entenderla. Señala, en su obra Despedida de la Utopía, diferentes sentidos en los que se critica la utopía:

  • La utopía como "una bobada", algo "sin contenido", algo desplazado al futuro pero irrealizable en la práctica, un "castillo en el aire".
  • Otro sentido, político, que señala algo irrealizable pero, al mismo tiempo, peligroso por el mero hecho de ser pensado. Por eso se desprecia y ridiculiza aquello hacia lo que apunta dicha utopía. Este futuro al que apunta es visto como un lugar donde "se asientan los radicales". La utopia se ha convertido en una palabra para denigrar a aquellos cuyos proyectos nos asustan.
  • Una tercera objeción a la utopía no tiene que ver con denigrar o ridiculizar a los que las sostienen, sino que viene de la convicción de que es irrealizable porque le falta concreción y dar los pasos necesarios. De alguna manera, viene a decir: cuidado, en cada momento concreto sólo se puede dar el siguiente paso posible. Señala una tensión entre el largo plazo, necesario, y el corto plazo que permita ir transformando la sociedad de manera concreta.





Me gustaría que el comentario hubiera ido por la tercera opción, por un reconocer la validez de los deseos de ampliar nuestro concepto de comunidad dando cabida a quienes ahora no tienen cabida en ella, aunque sea algo difícil de conseguir. Un esfuerzo al que han dedicado miles de horas de pensar y cientos de páginas, filósofas como Judith Butler o Enrique Dussel. Ambos me han acompañado, y seguiran haciéndolo, en la redacción de muchas de las entradas que he escrito para este blog.

Sin emabargo, hoy recurro a otro gran pensador, Bloch, para que me ayude a formular mis ideas. Voy a dejar que sea él quien hable por un momento:

"La decencia y la moral, en todo caso, entran sin reparo dentro de la línea de una utopía concreta y buscan realizarse conforme a la posibilidad; analizar esto es tarea del conocimiento. La categoría de la posibilidad ha sido una de las más negligentemente tratadas en la historia de la Filosofía. También esto ha cambiado. Sabremos manejar la posibilidad para esta no sea una esperanza más o menos vaga ni pueda, como tal, ser confundida con la mala utopía, sino que se convierta en indicación del hecho fundado y se vuelva a algo semejante a un Estado Mayor intelectual para la transformación de nuestra realidad en otra que sea justa, buena, humana soportable para los hombres y, en defenitiva, construida para los hombres" (Ernst Bloch. Despedida de la Utopía. A. Machado Libros. 2017)

Quiero creer que en esto último estamos; con humildad, tratando de aportar desde este pequeño blog a la concreción de la utopia, al mismo tiempo que apunta al horizonte de una sociedad más justa, humana y soportable. Lo mismo sucede con la propuesta que represento en estas elecciones, soñamos amplio, miramos al futuro, sabemos que es complicado, pero no venimos a construir castillos en el aire sino a intentar dar el siguiente paso posible. Y si contribuyo, aunque sea sólo un poco a ello, habrá merecido la pena. Que sigan usando el término utópico para referirse a mí, me halagan, porque sin utopía nunca daremos el siguiente paso ni tendremos un horizonte hacia el que caminar.


Imagen obtenida en Pixabay

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