La irrupción del otro
Por Javier Martínez Baigorri
En entradas anteriores hemos hablado del Butler y de los marcos de reconocimiento que diferencian entre vidas que importan y vidas que no merecen la pena ser lloradas. Vamos a seguir pensando juntos sobre esta idea pero, en esta ocasión, vamos a dialogar con el pensamiento de Enrique Dussel y la categoría de Exterioridad que propone.
De manera análoga al marco de inteligibilidad que pone en juego el pensamiento de Judith Butler, Dussel habla de Totalidad. La Totalidad es el sistema que se constituye como tal, que ejerce el poder y permite el reconocimiento de quien está dentro de él o determina la exterioridad de quien queda fuera de los márgenes que delimita. Todo sistema determina la existencia de "otros". Este "otro" no tiene un rostro concreto sino que hace referencia a colectivos, a conjuntos de seres humanos cuya existencia queda relegad a un no-ser.
Dice Dussel textualmente que "La totalidad tiende a totalizarse, a autocentrarse, y a pretender, temporalmente, eternizar su estructura existente". Llama a esta totalidad que se extiende el leviatán y el fetiche, y también dice sobre ella que: "Mata a cuantos rostros ajenos le interpelan hasta que al final, después de larga y espantosa agonía, desaparecerá tristemente de la historia no sin antes sellar con injusticias sin número sus últimos días"
La totalidad no soporta al que aparece como otro, porque su presencia pone en tela de juicio la legitimidad de la totalidad. Por eso, el otro tiene que ser eliminado y aniquilado: bien por la fuerza de las armas, bien por la negación de su ser, cubriendo su verdadero rostro con una máscara. Esto provoca la alienación del ser humano que es designado como un otro:
"La alienación había cubierto el rostro del otro como una máscara fabricada por el sistema para ocultar su interpelación. La máscara es la definición del otro por la función que cumple dentro del sistema: es empleado, obrero, campesino. Su exterioridad ocultada desde el horizonte del sistema y por ello funciona dentro. Se ha fijado su función-profesión-clase social, se ha cristalizado el para-qué y ha desaparecido el quién"
No puedo evitar fijarme en el "ha desaparecido el quién". Pienso en la cantidad de colectivos de "otros" que quedan escondidos y despersonalizados detrás de una máscara que les enajena de su verdadero ser. En las noticias se habla de términos como mena, ilegales, manteros, etc. que reducen a un grupo de seres humanos que irrumpen en nuestra totalidad a un concepto que denota una irregularidad que tiene su origen en el hecho de estar sin haber sido invitados o, como plus, ejercer una labor que parasita al sistema. No hay más que recordar el famoso cartel del metro de Madrid colocado por VOX.
Recientemente se han presentado más de seiscientas mil firmas en el Congreso de los Diputados, pidiendo que se regularice a cientos de miles de seres humanos que viven de manera irregular en nuestro país, englobados bajo esa máscara que impide ponerles rostro. Detrás de esas firmas, están las vidas de personas cuyos rostros nos interpelan y nos piden un cambio. No sólo un cambio en su situación, sino el cambio de un sistema injusto, que ha permitido que sean un rostro difuminado, un parásito extraño del que hay que protegerse. La recogida de firmas es sólo un primer paso de los muchos que tendremos que dar. La responsabilidad es de cada uno, no podemos esperar que el sistema evolucione por sí solo.
Seguiremos pensando con las categorías que propone Dussel en futuras entradas.
Comentarios
Publicar un comentario
Ayúdame a seguir pensando. Deja tu comentario. Los comentarios están bajo moderación