Vivir un mundo habitable

 Por Javier Martínez Baigorri


"Una Tierra habitable requiere que no habitemos todo el planeta, que no solo limitemos el alcance del espacio habitable y la producción humana, sino que lleguemos a conocer y prestar atención a lo que la Tierra requiere". (Butler, Judith. 2022. ¿Qué mundo es este?. Barcelona: Arcadia)

Esta frase está sacada de un libro escrito por Judith Butler, a partir de una serie de conferencias que ofreció cuando todavía estábamos en plena pandemia, intentando retomar una vida bajo la "nueva normalidad". En ellas reflexiona sobre el mundo en el que vivimos, aquel que nos ha desvelado la pandemia y la fragilidad que nos hizo sentir en sus momentos más duros. 

Entre las muchas cosas interesantes que dice -cada día me parece una pensadora más imprescindible- está la necesidad de dejar espacio a la naturaleza, para que siga siendo capaz de albergar vida en ella. No parece ninguna tontería, por un lado hace refeferencia a acotar reservorios que permitan que la vida se regenere y pueda recuperarse de los infinitos puntos de presión a la que se ve sometida por la acción humana. Pero la idea tiene, en mi opinión, una profundidad todavía mayor; implica una idea de repliegue de lo humano. 





Pero ¿qué puede querer decir este repliegue? Conviene recordar, como bien insistía el fallecido Latour, que no es adecuada la visión dualista en la que por una parte está lo natural y por otra lo social, aquello que es fruto del ser humano. Esta visión es propia de la mentalidad de la ciencia moderna en la que está por un lado el ser humano, sujeto cogonoscente, y aquello que puede ser estudiado, comprendido y explotado que es "lo natural". Pero, si no podemos hacer esa distinción ¿a qué nos referimos con un repliegue de lo humano? 

Creo que podemos verlo en dos sentidos, igualmente importante. En primer lugar, en lo que implica la palabra reserva: un nicho donde la acción del ser humano no intervenga y lo que no es humano tenga capacidad para desarrollarse y explorar la vida. En segundo lugar, replegar la acción humana como aquella que tiene derecho a todo sobre la superficie del planeta. Es el repliegue de una concepción y de un sistema que nos conduce a un callejón sin salida.  Hay que dar el salto de lo "humano" a una vision ecosistémica que nos permita entendernos como parte de un sistema global en frágil equilibrio, donde los desequilibrios siempre se vuelven en contra.

Sin duda, una visión ecosistémica tiene que llevarnos a seguir pensando como vivir de otra manera, pero eso sólo es posible dando un  paso más allá del individualismo liberal que nos conduce a la extinción. Hay que volver a recuperar palabras como comunidad, deplazando en primer lugar los límites del individuo hacia la comunidad y, en segundo lugar, desplazando los límites de la comunidad hacia el ecosistema. Nos queda mucho por pensar y mucho camino por recorrer.

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